Hace poco más de una semana un hombre de 54 años se plantó delante del Congreso de los Diputados italiano. Se roció con un líquido inflamable que llevaba en una pequeña mochila y se prendió fuego con un mechero.
Los carabinieri que hacen guardia delante del Parlamento intentaron apagar el fuego pero todo esfuerzo fue inútil. Angelo di Carlo fue traslado a un hospital romano con quemaduras en el 85% de su cuerpo. Murió ocho días más tarde.
En la mochila que llevaba encima la policía encontró dos cartas: una dirigida a su abogado y otra a su hijo Andrea al que le dejó los 160 euros que llevaba encima.
Di Carlo, un obrero desempleado originario de Roma pero residente en la provincia de Forlí desde hacía años, atravesaba serios problemas económicos. Estaba viudo y sobrevivía gracias a trabajos esporádicos pero desde hacía meses no conseguía uno con el que mantenerse. Además estaba inmerso en un proceso judicial con tres hermanos por una herencia.
El fallecido militaba en varias asociaciones locales y era políticamente activo, cercano al movimiento ‘5 Estrellas’ de Beppe Grillo. La pasada noche en Forlí, sus compañeros organizaron una vigilia para recordarle «sin eslóganes ni banderas».
Aseguran que el hecho de elegir morir delante del Parlamento fue su último acto de protesta. Un acto simbólico para recordar no sólo su situación sino la de tantos otros. «El gesto de Angelo no tiene que ser visto como un gesto extremo sino analizado en todos sus significados. Tiene que hacernos reflexionar», explican sus compañeros. «Angelo no ha actuado así por protagonismo sino para llamar la atención hacia una dificultad común», dicen.
Otros casos
Porque la historia de Angelo no es un hecho aislado en la Italia de los recortes. Ayer un mecánico desempleado de 48 años se quemó a lo bonzo en un campo a las afueras de Turín. No soportaba más la situación de precariedad en la que vivía, escribió en la nota que dejó a sus familiares.
Según un estudio del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (Eures) que ha analizado el suicidio en Italia desde el comienzo de la crisis, el número de personas que se quitaron la vida por razones económicas en 2009 –año en el que se empezaron a sentir las consecuencias de la crisis- aumentó un 40% con respeto al año anterior.
El fenómeno comenzó a ser inquietante entre los pequeños y medianos empresarios del norte del país muchos de los cuales se vieron incapaces de pagar sus deudas ante el cierre de sus negocios.
Sólo en 2011 unas 11.600 empresas cerraron por culpa de la crisis, según datos de la Asociación de Atesanos y Pequeños Empresarios de la provincia de Mestre, en el norte del país. Sin embargo la situación se ha extendido en los últimos meses al resto de Italia.
Poco optimistas
Mientras el primer ministro italiano, Mario Monti, comentaba este fin de semana que el final de la crisis «está cerca», muchos italianos que llevan en situación de desempleo varios años y a los que se les han acabado las prestaciones sociales no son tan optimistas.
Ya no se trata de empresarios en ruina o jóvenes precarios, ni tampoco de jubilados con pensiones indignas. Los especialistas advierten que el fenómeno está aumentando de manera preocupante.
Hace sólo varias semanas una pareja de ancianos de 75 y 79 años decidieron morir juntos en su propia casa incapaces de poder ayudar a un hijo, desahuciado y sin trabajo desde hacia meses. La historia conmocionó a Italia y volvió a poner cara al drama de la crisis.
«Los suicidios por motivos económicos son un drama inmenso frente al cual sólo podemos reflexionar. La clase dirigente de este país tiene el deber de encontrar un respuesta a los problemas de los ciudadanos», aseguró ayer Pierluigi Bersani, secretario general del Partido Democrático. «Es algo muy triste, no tengo palabras» es lo único que pudo añadir la ministra de Trabajo, Elsa Fornero, tras conocer la muerte de Angelo di Carlo.